No sabía que en mi país habían tantos "fachas". De verdad, que no lo sabía. En realidad, lo que no sabía era que la gente joven pudiera ser de derechas. Ser joven... ¿no es defender principios relacionados con la libertad, la igualdad, y la tolerancia? Parece que estos jóvenes eran sólo los de Mayo del '68. No sabía que alguien de 21 años puede creer firmemente que los negros son inferiores; en realidad no sabía que alguien joven puede vivir anclado a una realidad que no ha vivido, y a principios que de tan conservadores, le son muy lejanos... imposibles de tocar. No sabía que se podía exaltar tanto una nación. No sabía que en un mundo donde las fronteras dejan de tener sentido (globalización, Unión Europea, etc.), se podía limitar tanto un territorio, unos derechos, una lengua... Límites son los que estos jóvenes, que viven en una sociedad ¿pasada?, ¿inexistente?, ¿irreal?.
En esta campaña electoral (desde la distancia y sin embargo, la que más cerca he sentido) he sido aún más consciente de que ser conservador es defender un puñado de ideas que en algún momento dejaron de tener sentido. Defender la superioridad de raza, sexo o religión en un mundo multicultural (quizá algún día intercultural) no tiene sentido. Al igual que no tiene sentido seguir dando de comer a la Iglesia (y a su séquito) porque no tiene sentido "alimentar" a una institución que niega problemas reales como el SIDA, las relaciones sexuales entre jóvenes... Tampoco tiene sentido que sigamos manteniendo una institución como la monarquía, a la cual sólo se puede acceder mediante ese criterio tan democrático que se llama haber nacido en esa familia... el monarca nace, no se hace.
A veces, en realidad la mayoría de las veces, la sociedad (como conjunto de personas) va por delante de muchas instituciones, que si bien son las que dan forma y orden a las sociedades, se convierten en un obstáculo cuando no las dejan avanzar.
Reducir las lenguas de mi país a una, tiene el mismo sentido que reducir las lenguas del mundo a una. Ninguno. Sería práctico, sí, pero el pragmatismo no guarda relación alguna con la riqueza ni con la diversidad cultural. Creer que los inmigrantes son inferiores, y por tanto, tienen que vivir por debajo de nuestras posibilidades, es un argumento que pierde el nulo sentido que nunca ha tenido, cuando te paras a pensar que tú eres un extranjero en este país.
No sabía que un joven que va a la universidad, sale de fiesta, lee el periódico, y aprende italiano pueda pensar que defender derechos y libertades individuales sea motivo para ser una roja de mierda. No sabía, tampoco, que es mejor medir el desarrollo de un país por sus eventos deportivos y mediáticos, que por el desarrollo de su sistema del bienestar o de su política social.
Desde mi situación "etnocéntrica" de bilingüe no sabía que defender la riqueza cultural es defender un nacionalismo...
No sabía que habiendo nacido a mediados de los ochenta se podía decir que España es para los españoles. No sabía que gente con amigos de otros países, con conocimientos de varios idiomas, con un ordenador conectado las 24 horas del día a Internet/al mundo entero), podía poner tantas barreras a su vida, a sus relaciones. Al final, el nacionalismo español y los nacionalismos periféricos exaltan su bandera, su nación, su patria, su territorio, su lengua, su ciudadanía... se juntan, se pelean, e incluso se unen para defender, desde un egoísmo diverso, lo mismo: SU dinero.
En esta campaña electoral (desde la distancia y sin embargo, la que más cerca he sentido) he sido aún más consciente de que ser conservador es defender un puñado de ideas que en algún momento dejaron de tener sentido. Defender la superioridad de raza, sexo o religión en un mundo multicultural (quizá algún día intercultural) no tiene sentido. Al igual que no tiene sentido seguir dando de comer a la Iglesia (y a su séquito) porque no tiene sentido "alimentar" a una institución que niega problemas reales como el SIDA, las relaciones sexuales entre jóvenes... Tampoco tiene sentido que sigamos manteniendo una institución como la monarquía, a la cual sólo se puede acceder mediante ese criterio tan democrático que se llama haber nacido en esa familia... el monarca nace, no se hace.
A veces, en realidad la mayoría de las veces, la sociedad (como conjunto de personas) va por delante de muchas instituciones, que si bien son las que dan forma y orden a las sociedades, se convierten en un obstáculo cuando no las dejan avanzar.
Reducir las lenguas de mi país a una, tiene el mismo sentido que reducir las lenguas del mundo a una. Ninguno. Sería práctico, sí, pero el pragmatismo no guarda relación alguna con la riqueza ni con la diversidad cultural. Creer que los inmigrantes son inferiores, y por tanto, tienen que vivir por debajo de nuestras posibilidades, es un argumento que pierde el nulo sentido que nunca ha tenido, cuando te paras a pensar que tú eres un extranjero en este país.
No sabía que un joven que va a la universidad, sale de fiesta, lee el periódico, y aprende italiano pueda pensar que defender derechos y libertades individuales sea motivo para ser una roja de mierda. No sabía, tampoco, que es mejor medir el desarrollo de un país por sus eventos deportivos y mediáticos, que por el desarrollo de su sistema del bienestar o de su política social.
Desde mi situación "etnocéntrica" de bilingüe no sabía que defender la riqueza cultural es defender un nacionalismo...
No sabía que habiendo nacido a mediados de los ochenta se podía decir que España es para los españoles. No sabía que gente con amigos de otros países, con conocimientos de varios idiomas, con un ordenador conectado las 24 horas del día a Internet/al mundo entero), podía poner tantas barreras a su vida, a sus relaciones. Al final, el nacionalismo español y los nacionalismos periféricos exaltan su bandera, su nación, su patria, su territorio, su lengua, su ciudadanía... se juntan, se pelean, e incluso se unen para defender, desde un egoísmo diverso, lo mismo: SU dinero.
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