diumenge, 27 de desembre del 2009

Epístola I: Sentenciando lo nuestro

Carmen dice que tengo que aprender a poner barreras a determinadas cosas. Yo le digo que no sé hacerlo, pero sí sé que debería aprender.
Hace mucho que no tenía la necesidad de escribir; escribía sólo por mantener mi blog. Esta tarde me has dado razones para buscar un boli y escribir en mi cuaderno nuevo.
Ni nuestro encuentro, ni tu carta me han dejado indiferente, y no se si preguntarme si acaso deberían de dejarme indiferente, o si entra dentro de la normalidad seguir sintiendo un torrente de emociones hacia ti. Hoy he caído en la cuenta de la tira de años que han pasado desde que te conozco, y hoy, sin embargo te he reconocido poco. Sin cámara de fotos, y sin dibujos; formal, distante, y lo que más me ha jodido, sin esa sonrisa pícara. No soy nadie para evocarte en recuerdos perdidos en una Valencia que hace mucho que no es nuestraa, pero he mirado, directamente, a la profundidad de tus ojos negros, y vela mediante, lamento no haber encontrado ni una chispa de algo que te pudiese encender, ni suspirar, ni nada más que provocarte un cariño casi fraternal, gélido y sin tacto. Lo siento, no estaba preparada.
Me marcho con un pequeño nudo en el estómago, sobre todo cuando leo que te gusta leerte en mis frases, y aunque no te guste, encontrarte en mis recuerdos, muchos de ellos malos.
Sé que tengo muchas cosas de ti, que sólo pueden salir las pocas veces que estoy contigo, en la no-normalidad en la que nos hacemos visitas. "No sé pensar en ti sin piernas de por medio" son tus únicos recuerdos. Nunca entenderé si eres consciente de todo lo que fuimos; no sé si estoy anclada a un pasado lejano, o si miro por un futuro semi-cercano a ti, donde en cada despedida note un cierto vacio. No sé hasta qué punto debo mantener las distancias contigo, o hasta qué punto sería sano que fuese a Liège (si es posible, claro!). No sé si es que esto no se supera nunca, o si es que simplemente lo que tengo que asumir es que eres, en cierta forma, eterno, y que soy yo la que tiene que dejar de fantasear con determinadas cosas, con lo que nunca fuimos, o con lo que nunca hemos tenido. El problema es que no sé poner barreras; todo siempre mezclado, revuelto y bien picado. Siempre confundiéncolo todo, y dando más de lo que puedo. Acelerada , para cuando lo paso mal, superarlo a tiempo.
Me hablas de los domingos en los que me has esperado, y yo pienso en los que no has estado allí. Sin rencor, ya lo sabes. Sólo es que yo también necesito la tibieza de muchos meses de distancias, lágrimas y duro trabajo. Te seré sincera aunque ya lo sepas: hoy me ha faltado por lo menos un beso, de esos que sólo tú sabes dar (húmedos, blanditos, como medio arrancados, calmados, como tú).
Me siento en medio de un tren delirante donde me sobra la luz, y las ganas de volver. Me alegro de que conmigo hayas cumplido la misión de tu regreso, aunque no sé si eso que me dices tiene algo de verdad, o sólo algo de hacerme feliz y sacarme una sonrisa tonta.
Se me han acabado las palabras, y las ganas de seguir escribiendo. Esto podría dar de sí para unas cuantas páginas más, pero lo dejaré reposar todo, no sin antes volver a leer en tus líneas rojas, en letra pequeña, esos planes que dices tener conmigo, y que no sabes si valen la pena intentar. Después de repensar que seríamos si nos hubiésemos conocido, ¿tu crees que valdría la pena intentarlos?



¿Quién ganará si traspasamos la línea? Supongo, como dice la canción, mi fallo más grande fue guardar solamente los días más gratos, y olvidar los demás.


Algún punto inconcreto entre Valencia y Barcelona. 27/12/09