Se cree el ladrón que son todos de su condición...
érase este medio día para mí, tarde para el resto de catalanes, cuando me he encontrado un billete de 20 euros, y me he alegrado tanto, que he decidio irme a comer al restaurante de enfrente de mi casa. Grata sorpresa cuando he visto el menú, bastante completito, por 20 euros. La desventaja de ir a un restaurante sola es que, inevitablemente, escuchas al resto de comensales hablar, o más bien, decir gilipolleces. La ventaja, es que si vas sola, seguro que tú no eres la protagonista de una conversación de gilipollas. Encontrabanse a mi izquierda una familia pija, de esas familias pijas catalanas, que hablan como auténticos pijos gilipollas, relamiéndose los labios con el pastel de chocolate, mientras la hija mayor, acompañada de su nuevo novio fotógrafo explicaba cosas que sólo explican los pijos. El padre, mentor y maestro de todos ellos, pedia la cuenta a la camarera con aspecto y acento de nou vinguda de un restaurante que se autodefine como nova cuina meditarrànea. La camarera, ocupada en servirme la fideuà, ha tardado alrededor de 3 minutos más de la cuenta en devolverle la targeta de crédito (0.00% de intereses). Mientras se me iba de lado el primer mordisco de lomo con salsa de mostaza y miel, he tenido que escuchar como el padre, eterno buscador de protagonismo, envidioso del nuevo novio de su hija, reclamaba atenciones con el siguiente comentario:
en todo este tiempo aprovechan para ir al locutorio, hacer una copia de la targeta y robarte todo lo que pueden...
érase este medio día para mí, tarde para el resto de catalanes, cuando me he encontrado un billete de 20 euros, y me he alegrado tanto, que he decidio irme a comer al restaurante de enfrente de mi casa. Grata sorpresa cuando he visto el menú, bastante completito, por 20 euros. La desventaja de ir a un restaurante sola es que, inevitablemente, escuchas al resto de comensales hablar, o más bien, decir gilipolleces. La ventaja, es que si vas sola, seguro que tú no eres la protagonista de una conversación de gilipollas. Encontrabanse a mi izquierda una familia pija, de esas familias pijas catalanas, que hablan como auténticos pijos gilipollas, relamiéndose los labios con el pastel de chocolate, mientras la hija mayor, acompañada de su nuevo novio fotógrafo explicaba cosas que sólo explican los pijos. El padre, mentor y maestro de todos ellos, pedia la cuenta a la camarera con aspecto y acento de nou vinguda de un restaurante que se autodefine como nova cuina meditarrànea. La camarera, ocupada en servirme la fideuà, ha tardado alrededor de 3 minutos más de la cuenta en devolverle la targeta de crédito (0.00% de intereses). Mientras se me iba de lado el primer mordisco de lomo con salsa de mostaza y miel, he tenido que escuchar como el padre, eterno buscador de protagonismo, envidioso del nuevo novio de su hija, reclamaba atenciones con el siguiente comentario:
en todo este tiempo aprovechan para ir al locutorio, hacer una copia de la targeta y robarte todo lo que pueden...
2 comentaris:
¡Serà possible, que te encuentras dinero y no me invitas a comer! en vez de un restaurante pijo podríamos haber hecho un barato y así, ademas de haber disfrutado de mi compañía te hubieras ahorrado los comentarios de los pijos.
no era un restarante pijo. 10 euros el menú. eran las 4 de la tarde, la hora en la que yo salgo de trabajar...
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