dilluns, 3 d’agost del 2009

Demasiado tiempo en Alcoi

Me paro y me pregunto porqué no vivo rodeada de más gente. Cumplir años y ver cómo la gente va desapareciendo; volver a la ciudad natal y descubrir que los de siempre ya no están dispuestos a encontrarse contigo a costa de todo. Pasa el tiempo y las amistades se desvanecen, reduciéndose a algún e-mail en cadena y a la obligada cortesía de unirse a celebrar tu cumpleaños cada octubre. Porque al final, la familia es hacerse, y quien hace por deshacer acaba perdido del camino, al menos del mío. Porque cada vez hay más formas de comunicarse, y porque cada vez se utilizan menos. La gente busca pareja en red, porque no sabe mirar a los demás a los ojos; nos ocultamos detrás de chats para escribir lo que pensamos que no podemos decir a la cara, cuando, al mismo tiempo, publicamos nuestras idas y venidas nocturnas en redes sociales on-line, donde se quedan al descubierto secretos, devaneos y demás actividades dignas de esconder a la hora de “presentarse” en la sociedad como una persona de bien. Familias que necesitan una boda, o lo que es peor, un entierro, para juntarse una o dos veces al año. Novios, que en dos meses de relación, deciden irse a vivir juntos, y tener hijos antes de los 30, en contra de los que se esconden tras cortinas de humo, para con dos o tres cubatas de más, acabar enrollándose con el chico de rastas más guapo del bar, con el que ha mediado dos o tres minutos de palabras llenas de vodka con naranja.