Cuando pasa el tiempo y no crees que eso que sentiste siga intacto, porque el tiempo actúa con desgaste, erosionando aquello que alguien, una vez, despertó en tí. Porque es más fácil escudarse en el odio que en el amor que te despierta una persona sólo con verla. Seís días han bastado para verte con otros ojos, con los ojos de antaño, con los que te lloraron alguna noche de verano. Ojos que poco a poco fueron olvidándose de ti, y de lo mal que actuabas cada vez que nos emborrachábamos, como por error, como por sistema.
Porque odio que tus ojos sean tan verdes como los míos, y porque odio aún más que no me miren siempre. Porque odio no encontrarlos cada instante sobre mí, ni sorprenderlos repentinamente, mientras te bates en retirada. Porque odio que seas tan diferente a mi, y sin embargo, me gustes.
Esta noche, la última, te miraba dormir, lejos, y pensaba en cuál sería tu reacción si me hubiese metido en tu cama. Me faltan cojones, pero no tantos como a ti; anteanoche te abracé durmiendo, y te sumergiste en mi abrazo sin saberlo. Te supe mío un instante, pero enseguida te solté... me dió vergüenza despertarte. Sin embargo, ayer, jugué con tus pecas, y con tus rizos; no sé quien empezó, pero mi sorpresa fue ver que tú seguías. Un dedo, la mano, una caricia en el hombro, eterna en su brevedad. La marea subiendo, y el cielo cayendo sobre nosotros. Abrir los ojos, y las estrellas adheriendo la sal en nuestra piel. Palabras que no existen en una tregua imposible, la que nos hemos concedido. Tu calma y mis nervios en la barriga. Te odio, porque es más fácil que decir te quiero.
Porque odio que tus ojos sean tan verdes como los míos, y porque odio aún más que no me miren siempre. Porque odio no encontrarlos cada instante sobre mí, ni sorprenderlos repentinamente, mientras te bates en retirada. Porque odio que seas tan diferente a mi, y sin embargo, me gustes.
Esta noche, la última, te miraba dormir, lejos, y pensaba en cuál sería tu reacción si me hubiese metido en tu cama. Me faltan cojones, pero no tantos como a ti; anteanoche te abracé durmiendo, y te sumergiste en mi abrazo sin saberlo. Te supe mío un instante, pero enseguida te solté... me dió vergüenza despertarte. Sin embargo, ayer, jugué con tus pecas, y con tus rizos; no sé quien empezó, pero mi sorpresa fue ver que tú seguías. Un dedo, la mano, una caricia en el hombro, eterna en su brevedad. La marea subiendo, y el cielo cayendo sobre nosotros. Abrir los ojos, y las estrellas adheriendo la sal en nuestra piel. Palabras que no existen en una tregua imposible, la que nos hemos concedido. Tu calma y mis nervios en la barriga. Te odio, porque es más fácil que decir te quiero.
4 comentaris:
Todo se arregla follando. Las palabras siempre sobran, sean de amor o de odio.
Joer, iba a comentar y, aunque no sabía concretamente el qué... leído el comentario del señor #M#, cualquier cosa que diga no servirá de nada...
Tenemos mucho de qué hablar no?
Manuel, tan delicado como siempre...
Cuando vengas, ti racconto tutto! si la gente hablase más... yo odiaría menos...
Manuel m'agrada molt com escrius però no com penses, en l'amor no hi ha res que sobre.
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