dimarts, 14 d’abril del 2009

Vida reversible



Mis amigos me consideran que estoy tan feliz como para poder leerme el libro tan triste que me han regalado. Curiosamente, tienen razón. Después de estos días de vacaciones, estoy haciendo mi vida reversible. Pensando en las musarañas más que en otras cosas, vivo en una primavera que nunca llega, pero donde sí está alterada la sangre. Estoy centrada en cosas tan importantes como pasar desapercibida en un metro lleno de gente. Leyendo historias de infancias rotas en Kabul, y de adolescentes perdidas ante una enfermedad mortal que a mí, sin embargo, me llevan de energía, llegando incluso a plantearme la posibilidad de presentarme a un concurso literario.
Bicicleta abajo por la calle Muntaner, deshago los mal encaminados pasos que había ido pegando por esta ciudad. En Barcelona no tenemos bravas ni cañas baratas, pero tenemos el solazo moreno del litoral mediterràneo. Sí, seguro que también acabaríamos algo asqueados de Madrid... Mantengo los labios cerrados para compensar la rebeldía de mis ojos abiertos.
Y mientras, encerrada en un tren que llega tarde, recuerdo esas tardes pascueras en las que me has sacado de excursión por la meseta más profunda. Pienso que no merezco estar tanto tiempo sin verte y en que podrían pagarme mejor para coger el AVE más a menudo.
Me replanteo mi futuro profesional, y no encuentro lo que quiero. La estadística me está descorcentando la carrera, y creo que eso tampoco lo merezco. Me encuentro haciéndome a mí misma demasiadas promesas. Soñar nunca sale gratis, pero el precio de los sueños se confunde con la vida. Escribir más, buscar cursos que llenen mi currículum, disfrutar de BCN ahora que parece va a dejar de llover, frecuentar el gimnasio, decidir si el año que viene viviré sola o no, sentarme sin nada que hacer frente a la ventada de mi habitación y mirar, incluso atreverme a dibujar lo que veo, aprovechar lo único bueno que tiene mi actual casa que es mi ventana, la magia de los rayos que entran de buena mañana, meterme más aún en la piel de los protagonistas de los libros que leo, esperar un mensaje avisándome de que vienes a Barcelona, despertarme contenta porque ya casi es fin de semana, pintarme las uñas de rojo, que ya va siendo hora, y escribirte cartas a los que todavía me las escriben a mí... Se acabó eso de ir siempre detrás de la gente. Alcoyanas, estoy aquí en Barcelona, no en la otra parte del mundo. A otros les mandaré e-mails, y a los que no, los veré entre mamelletes de la Terreta, cubatas del Tax, o birras del Sidecar. El tiempo ha pasado tan deprisa, teniendo tan poca capacidad de controlar lo que sucede a nuestro alrededor, que a veces, parece que la vida se construya sola, arrinconada en el estante de una despensa, en un lugar que vemos sin alcanzar a mirar lo que contiene. Siento que acaba de empezar el año.


1 comentari:

Manuel Pérez i Muñoz ha dit...

Massa coses, pero preséntate al concurso y así si lo ganas nos vamos de fiestas.