dimecres, 11 de juny del 2008

Un día cualquiera

Suena el despertador. Son las 9.30. Temprano si pienso que me dormí cerca de las 3. La espalda rota, los ojos con legañas, los sueños que sólo eran eso, sueños. Vaso de leche sin Nesquik, porque no queda (alguien olvidó que tiene que poner el dinero del bote en común). Recojo el salón, y muevo los sillones, encuentro miles de filtros tirados por el suelo, y alguna colilla. Barro, friego el suelo. Hago la cama, recojo la ropa tendida, la doblo, y la guardo. Dejo un par de faldas a los pies de la cama, para planchar. Me ducho, me pongo crema y desodorante, me peino. Me visto, y me pongo las sandalias rojas, nuevas. Son ya las 12. Voy al locutorio, a hablar con mi madre, me cuenta la gravedad de la huelga de transportistas, hablamos de lo caro que está todo, y de mi gengivitis. Cuelgo; son 90 céntimos. Decido no ir a la biblioteca, es ya muy tarde para intentar aprovechar la mañana. Entro en la cafetería de debajo de casa de Alberto (ya no es la cafetería del cubano, porqué no está). No hay sitio más que en la barra del fondo, donde están apilados los periódicos, de hoy, y de ayer. Me siento ahí, con mi té frío con limón. Saco los apuntes y me estudio, o al menos lo intento, el tema 1 de Sociología de la Educación. A la una y poco, vuelvo a casa, y me preparo patatas y verduras al horno. Como con Javi y con Andrea, nos echamos unas risas, hablando de lo único, y recordando ya los inicios de todo esto, y el inicio de lo suyo. A las tres y cuarto me llama Alberto, por si me apetece un café, que sí me apetece. Vuelvo a la misma cafetería, el encargado me saluda riéndose, me tomo un Capuccino. 90 céntimos, otra vez. Antes de ir a la biblioteca, Alberto sube a por sus apuntes a casa, mientras yo miró su cama pequeña, su cuarto, sus fotos. A las 4 ya estamos delante de los apuntes, menudo aburrimiento. Macarena se duerme, Alberto bosteza, yo, no sé cómo se estudia... Hacemos dos descansos, en el segundo, Macarena ya no está. A las siete y media estoy de vuelta a casa, con Juan. Hablamos de sus rollos, y nos reímos, bastante. Él se queda en casa, y yo me preparo para irme a correr. Salgo de casa con el mp3 puesto, y empieza a lloviznar. Sigo corriendo 35 minutos. Evito pasar por delante del imperio de las hamburguesas, porque no quiero recordar que ayer cené allí. Al final, lo recuerdo, y me acabó haciendo unos sprints, por si quemo aunque sea las patatas fritas. Llego a casa, empapada y roja. Abdominales, estiramientos y de nuevo a la ducha. Gel, champú, exfoliante, cuatro cremas diferentes, desodorante, gomina... Me conecto al messenger, hablo con mis compañeros de trabajo del año pasado. Viene Alberto, y hacemos la cena. Intento no comer Nutella, alfinal, no lo consigo. Cervezas en la cocina, nervios por los exámenes orales, nuestras respectivas universidades en nuestro país, profesores, motivación, estudiar, ACABAR, política, qué valores representa la típica persona que parece de izquierdas, cuáles los que parece de derechas, y porqué se ocultan más. Debate Monarquía-República, desistimos ante las opiniones falsas del que sólo sabe inventar (el mismo que se olvidó del Nesquik). Masaje rápido, ya es el tercero de hoy (me debes cuatro). Andrea llama para decir que no viene a dormir a casa, que hablamos mañana para ir al mercadillo de San Giovanni; Javi se rie viendo 'Se lo que hicisteis'; Macarena ve 'Anatomia de Grey'; indago en el nombre de la serie. Buenas noches. Buenas noches. Llámame cuando salgas del examen. Si, vale. Se cierra la puerta verde del ascensor. Miro mi correo, fiesta erasmus el viernes en la playa, entrada gratis al Circolo el sábado. Pienso que tengo que estudiar. Escribo en el blog. Tengo sueño. Tengo que estudiar.

Parecen un montón de tonterías las que he hecho durante cada día a lo largo de este último curso, sin embargo, son el montón de tonterías que han hecho que la Erasmus sea lo que está siendo...